EL
CORONAVIRUS Y EL RIESGO DE QUE SE CONVIERTA EN UNA PANDEMIA
El
coronavirus y el riesgo de que se convierta en una pandemia
El riesgo
de que el renombrado Covid-19 termine siendo una pandemia preocupa a estados de
todo el planeta.
¿Existe un riesgo real de propagación a gran escala?
¿Está
justificado el miedo a contraer la enfermedad?
¿Por qué la OMS y otras organizaciones
temen tanto que el virus se expanda?
¿Cómo se afronta una pandemia?
Fernando
González Candelas / The Conversation *
15 de
marzo de 2020
ENFERMEDADES
La principal vía de contagio es a
través de la tos y los estornudos, como el caso de la gripe y otros virus
respiratorios.
Foto: iStock
La
principal vía de contagio es a través de la tos y los estornudos, como el caso
de la gripe y otros virus respiratorios.
La
reciente aparición y expansión de un coronavirus hasta ahora desconocido para
la ciencia y causante de una neumonía que puede ser fatal ha desatado la
preocupación, incluso la histeria, en casi todo el mundo. Sin embargo, a fecha
de hoy, aparte de China, donde se originó la infección, en pocos países existe
la evidencia de que el virus se esté transmitiendo en la población (Corea del
Sur, Italia e Irán).
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera aún necesaria la
declaración de pandemia para la infección causada por este coronavirus, pero
anima a todos los países a tomar las medidas apropiadas para prepararse a ello.
Qué significa que el coronavirus se
convierta en una pandemia
Declarar
una infección como pandemia implica reconocer la circulación amplia y sostenida
del agente infeccioso en varios países. Sin embargo, esta definición no dice
nada acerca de la gravedad de la enfermedad y esta, en muchas ocasiones, tiene
que ver más con la percepción social que con las consecuencias clínicas.
Al igual que la gripe, el
coronavirus afecta especialmente a personas con sistemas inmunitarios
debilitados, de avanzada edad o con otras patologías.
Las
estimaciones actuales de mortalidad asociada al nuevo coronavirus) lo sitúan en
un rango parecido al de otras infecciones respiratorias serias causadas por
virus. Igual que la gripe, afecta especialmente a personas con otras
patologías, con sistemas inmunitarios comprometidos o de avanzada edad.
Más preocupante en países en vías
de desarrollo
No cabe
duda de que el diagnóstico precoz y el tratamiento temprano ayudan
tremendamente a superar la infección. Estas condiciones varían de unos países a
otros, siendo preocupante la situación de países con menor desarrollo económico
o con sistemas sanitarios poco eficaces. Muchos de estos países se concentran
geográficamente en el continente africano, lo que haría difícilmente
controlable la situación en el caso de que el virus llegase a circular allí.
En África sería
difícilmente controlable la situación en el caso de que el coronavirus llegase
allí.
Sin embargo,
es interesante tener en cuenta otros factores que influyen en la expansión del
virus y su incidencia sobre la población, como el clima y la estacionalidad
(los coronavirus suelen tener una circulación estacional, preferentemente en
invierno), y la estructura demográfica de la población. Concretamente, cuanto
más joven es una población más benigna resulta la enfermedad, lo contrario que
cuando predominan las personas de avanzada edad. La estructura de edad de los
países africanos es muy diferente de la del continente europeo o de China.
No se puede contener, sí mitigar
Otra
cuestión que conviene plantear es qué medidas se pueden adoptar para contener
una epidemia. La respuesta es rápida: ninguna. Aunque en otras circunstancias y
con otros virus han funcionado más que razonablemente (por ejemplo, en el brote
de ébola en África occidental de 2014), las sociedades actuales no tienen
suficientes elementos de control de la población y de sus movimientos para
impedir completamente la circulación de un virus con las características de
éste que nos ocupa.
Las
autoridades chinas, imponiendo una muy estricta cuarentena (quizás demasiado
tardía), no han logrado contener la dispersión del virus, pero sí la han
retrasado. Y han proporcionado un tiempo precioso a otros países para
prepararse de cara a futuras infecciones.
Las sociedades actuales
no tienen suficientes elementos de control de la población para impedir
completamente la circulación de un virus como el Covid-19.
Entonces,
si no se puede contener, ¿qué se puede hacer? Debemos cambiar el foco: en vez
de contener, nos debemos esforzar en mitigar. Aceptemos que tendremos que
convivir con el virus durante un tiempo. Aún es muy pronto para saber si
desaparecerá a lo largo del año o si alcanzará un nivel suficiente para
asentarse como un nuevo agente infeccioso en la población humana. Pero
preparémonos para que sus consecuencias sean lo más leves posibles.
Hay que
hacerlo a todos los niveles. A nivel individual, adoptando medidas preventivas
personales, como lavarse frecuentemente las manos, evitar las exposiciones a
lugares o personas infectadas o vacunarnos cuando dispongamos de vacuna. Pero
también con medidas de control de movimientos de la población, de cuya práctica
inutilidad ya hemos hablado. Pasando por las invisibles pero muy eficaces
medidas adoptadas por los sistemas sanitarios que incluyen la formación del
personal, la disponibilidad de herramientas de diagnóstico rápido y de camas en
hospitales para albergar aquellos casos en que sea requerido.
La ciencia acelera contra el
coronavirus
Por
último, cabe apuntar un dato que pasado inadvertido para el público: el empeño
de científicos e investigadores por obtener, compartir, analizar y comunicar
los resultados relativos a la nueva infección de forma casi inmediata. Esta
“ciencia abierta” permite la toma rápida de decisiones informadas, el
desarrollo de kits de diagnóstico rápido, encontrar el origen del virus tanto
en su punto inicial, el mercado de pescado de Wuhan, como en su expansión a
otras poblaciones.
Y mucha de
la ciencia en la que se basará el descubrimiento y desarrollo de una vacuna o
un tratamiento eficaz para esta infección es la misma que a duras penas
consigue financiación para avanzar en el conocimiento de este, y también de
otros virus, cuando no acecha una epidemia.
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