ANDRÉS LÓPEZ OBRADOR
Dada la ya de sobra conocida
precaria salud presidencial, el tema es muy delicado como para dejarlo al azar.
A menos que el presidente López Obrador tenga “otros datos” y ya se haya
autoproclamado “inmortal”
POR RAMÓN
ALBERTO GARZA
El
presidente Andrés Manuel López Obrador debe sentirse inmortal.
Solo así
puede explicarse que, sabiendo su precaria condición de salud -que ya le dio
algunos sustos en meses pasados-, obligue a quienes pueden ser los más
adecuados interinos a renunciar a sus posiciones para irse a buscar la
candidatura presidencial de Morena.
Para
cuando concluya esta semana -y de acuerdo a las reglas fijadas ayer en el
Consejo Nacional de Morena– ya no deberán estar despachando en sus posiciones
ni el Secretario de Gobernación, ni el líder del Senado, ni el Canciller.
Curiosamente,
entre ellos estaría el interino en caso de una emergencia de salud del
inquilino de Palacio Nacional… ¿Qué pasará si ni Adán Augusto López, ni Ricardo
Monreal, ni Marcelo Ebrard están ya disponibles si se presenta esa emergencia?
¿Sobre
quién recaería la designación de presidente interino o presidente sustituto, en
caso de que el actual mandatario quedara inhabilitado para continuar portando
-temporal o permanentemente- la banda presidencial?
La
respuesta lógica es que, ante la necesidad de un emergente relevo presidencial,
los que estarían habilitados serán quienes ocupen a partir del jueves o viernes
la Secretaría de Gobernación, el liderazgo de Morena en el Senado o, en su
caso, la Cancillería. Y esos nombres apenas los conoceremos en estos días.
Y aquí es
donde entran los cuestionamientos. ¿De verdad vale la pena sacrificar en su
estratégica posición de confianza a una “corcholata” como Adán Augusto López,
quien tiene menores probabilidades de ser el ungido, para que después de dos
meses y nueve días de campaña no sea electo candidato y se vea imposibilitado a
regresar a Bucareli?
¿Por qué
exigirles la renuncia a las “corcholatas” y no solicitarles mejor una licencia,
con posibilidad de retorno, a los que no resulten electos?
¿Cuál es
el sentido de tirar por la borda de una elección interna la experiencia de años
de personajes como Adán Augusto, Ebrard o Monreal?
Si solo
faltan 12 meses para la elección presidencial y 18 meses para que termine el
sexenio, ¿tendrán tiempo el nuevo Secretario de Gobernación, el nuevo líder de
la mayoría en el Senado o el nuevo Canciller de superar la necesaria etapa de
aprendizaje? ¿Y si en una de esas le vuelve a dar otro vahído al presidente
López Obrador como el que sufrió el pasado abril, en su gira por Yucatán?
En la
ecuación de la preocupación no entra la “corcholata” favorita, Claudia
Sheinbaum, porque desde su posición de jefa de Gobierno de la Ciudad de México,
no tiene posibilidad alguna de que, ante una emergencia, sea elegible para ser
relevo del inquilino de Palacio Nacional.
Por eso,
cuando en estos días el presidente López Obrador piense en la mejor selección
de los relevos en Gobernación, el Senado y la Cancillería, que tome muy en
cuenta que cualquiera de ellos puede convertirse -en los próximos meses- en su
eventual presidente interino o sustituto.
Y, dada la
ya de sobra conocida precaria salud presidencial, el tema es muy delicado como
para dejarlo al azar. A menos que el presidente López Obrador tenga “otros
datos” y ya se haya autoproclamado “inmortal”.
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