lunes, 28 de abril de 2014

EL SANTO DE LOS PEDERASTAS

Por: Sanjuana Martínez

San Juan Pablo II


Los violadores, pederastas, abusadores, efebófilos, pedófilos, obsesos y depredadores sexuales, ya tienen a quien encomendarse: San Juan Pablo II.

Ya pueden encenderle veladoras al Santo protector de los pederastas, también rezarle para que les permita seguir violando niños, acosando menores de edad, deseando efebos y pedirle que nunca sean alcanzados por la justicia de los hombres.

Karol Wojtyla (1920-2005) representa entre otras cosas, el encubrimiento a cientos de sacerdotes pederastas que abusaron durante años a miles de niños. 

Representa la indolencia, el hombre que prefirió mantenerlos en su ministerio a pesar del efecto demoledor que iban dejando con sus execrables crímenes. Representa la omertá, la ley del silencio, el candado mafioso de quienes defienden el “buen nombre de la Iglesia” por sobre todas las cosas.

San Juan Pablo II, el Grande, el Papa Santo, cometió el pecado de omisión durante años, un pecado que ante la justicia de los hombres, es también un delito. En la vida, obra y santidad de Karol Wojtyla hay una faceta negra, oscura, cubierta de crímenes sexuales.

Las víctimas le escribieron decenas de cartas, ofreciéndole todos los datos de cientos de curas pederastas, algunos casos paradigmáticos como el de Marcial Maciel, el estadounidense Bernard Law o el irlandés Oliver O’Grady, todos ellos obtuvieron retiros dorados gracias a la Santa Sede. San Juan Pablo II, defendió el sistema del último estado teocrático de Occidente.

Y exigió obediencia ciega a sacerdotes, obispos y cardenales para esconder de manera sistemática a los abusadores sexuales con sotana, removiéndolos de parroquia en parroquia, de estado a estado y de país a país, para evadir la acción de la justicia y a su vez, el pago de millones de dólares en concepto de compensaciones que iban dejando en la ruina a poderosas Diócesis como la de Estados Unidos.

Por la razón más antigua del mundo: el dinero, prefirió sostener a los curas pederastas, considerándolos ovejas descarriadas o pecadores.

 Fundó decenas de “clínicas” en el mundo para curar su “enfermedad” a base de evangelio, ejercicio y retiros espirituales en SPA’s de lujo, para luego soltar la cadena a sus pastores, para que siguieran devorando corderos en sus nuevos destinos. San Juan Pablo II, traicionó antes y ahora su deber con las víctimas a quienes sencillamente prefirió ignorar, lanzarlas al ostracismo, enviarlas al limbo del silencio.

Creyó que siendo indiferente a su profundo dolor lograría mantener en secreto miles de crímenes. Pero se equivocó. Fue denunciado por crímenes de lesa humanidad y aunque la justicia de los hombres no lo alcanzó, como tampoco alcanzó a sus curas pederastas protegidos, San Juan Pablo II, es un criminal de lesa humanidad, un criminal internacional impune.

El Vaticano puede seguir mirando hacia otra parte, fingiendo demencia, ignorando a las miles de víctimas afectadas por el Santo Protector de los Pederastas, pero la historia se encargará de colocar a cada quien en su sitio. La operación de marketing basada en una dudosa campaña de supuestos milagros no logrará acallar las voces de quienes padecieron su desprecio.

 La memoria histórica, esa que algunos periodistas más papistas que el Papa quieren olvidar, nos recuerda como fue Karol Wojtyla capaz de darle la mano ensangrentada a dictadores como Augusto Pinochet, igualmente señalados por crímenes de lesa humanidad o como fue capaz de tolerar el escándalo del Banco 
Ambrosiano por lavado de dinero, fraude y vinculación con la mafia y también como fue capaz de perseguir a grandes teólogos como
Leonardo Boff, Samuel Ruiz, Häns Küng o Gustavo Gutiérrez. 

Pongamos las cosas en su sitio. Y esto va dirigido a todos los católicos, los fundamentalistas que prefieren ponerse una venda en los ojos y los más realistas que han logrado derribar sus atavismos. Olvidemos por un momento toda la parafernalia de las televisiones transmitiendo en vivo desde el Vaticano el boato dedicado al nuevo Santo polaco. Pensemos en los cientos de pruebas que demuestran como San Juan Pablo II sabía del caso Marcial Maciel y de los casos de pederastia en Estados Unidos.

Hasta su propio portavoz, Joaquín Navarro Valls, lo ha reconocido, claro, exculpándolo, señalando que el pobre no “entendió la magnitud” de los crímenes. Es imposible creer que un hombre tan inteligente como Wojtyla no entendiera esa magnitud de los hechos.

Las víctimas no lo creen y son contundentes en su opinión al oponerse a la santificación de un encubridor de pederastas: “Permitir que abusadores sexuales continúen no es algo muy santo”, dice Bárbara Blaine, fundadora y presidenta de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP por sus siglas en inglés). Esta vez, la fábrica de hacer santos del Vaticano se equivocó, aunque seguramente San Juan Pablo II ya tiene miles de seguidores, en especial, los criminales sexuales.


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