CÍNICO
DESPILFARRO POLÍTICO
Por: René Avilés Fabila
Mucho se
ha escrito sobre el dineral que reciben los partidos políticos para enfangar
más al país. Cara, muy cara nos cuesta la “democracia” en México. En rigor, la
sociedad tiene mucho de responsabilidad: no sabe exigir cuentas, cree en
cualquier charlatán o en el gastado discurso de los partidos. La política y sus
militantes están en lo suyo: corromper, mentir, extender la mano y recibir
fuertes sumas. Son todopoderosos, fingen tener entre ellos diferencias, no, son
todos iguales. Los partidos, como están, son el peor enemigo de la nación.
Viven de nuestro trabajo, de los impuestos y los derrochan en beneficio propio.
El INE
acaba de hacer oficial la entrega de recursos a los partidos políticos. La
lista es asombrosa y uno hace cuentas fáciles. ¿Cuántas escuelas, hospitales o
bibliotecas podrían ser edificadas con 5 mil 356 millones de pesos? Si nosotros
viéramos que esos dineros tienen una utilidad visible, no sería grave ni
irritante. Pero vemos sus robos, escuchamos sus mentiras y hasta nos toca
enterarnos de sus asesinatos. Tal como decía, en estas mismas páginas el
periodista Aurelio Ramos Méndez, los políticos “se apropiaron de esta partida
con el indisimulable aval de los consejeros del INE, encabezados por Lorenzo
Córdova, y la justificación, inocente o mentirosa, de ponerlos a salvo de la
tentación del dinero ilícito…”. A las enormes sumas que cada partido recibe,
hay que agregar aquellas que logran conseguir de empresarios con intereses
políticos (es decir, la mayoría) y las que provienen del narcotráfico y en
general de la delincuencia organizada.
Desde el
PRI hasta Morena, pasando por el PAN y el PRD, viven, y nada mal, del dinero
generado por el trabajo de una nación que aspira a la dignidad, el progreso y
el desarrollo. La sociedad está harta, sí, pero no encuentra los caminos para
manifestar su desesperación. Parece resignada a su destino de pagar los costos
de una democracia de papel, ávida de dinero que los miembros de los partidos
utilizan para vivir muy bien. El político será funcionario, pero su sueldo en
cualquier caso proviene de las arcas oficiales, las que en teoría son nuestras
y sólo deben ser administradas decentemente. El país cuenta con diez partidos
con registro, ninguno vale la pena. Hay todavía quienes creen en ellos y por
desgracia no son pocos. No obstante, y en ello las redes sociales son claras,
los ciudadanos comienzan a mostrar abiertamente su repudio. Lo que no
encuentran es la forma de hacerlo visible y enseguida ser militante. Podríamos
decir que es un malestar de clóset y que apenas vemos por allí cómo emergen las
puntas. Pronto veremos un descontento de mayor amplitud y decisión.
El
problema es que padecemos una total confusión. Los perredistas asesinan
estudiantes y la “izquierda” apunta a Los Pinos. Sí, allí los tienen
escondidos. Los panistas se insultan con un vigor distante del cristianismo que
en principio los unió hace cuatro décadas. El PRI sigue en lo suyo: prometer y
no cumplir, moverse sin rumbo, sumarse a los grandes intereses. Para qué hablar
del hombre que se ha convertido en el único profeta mexicano y para ello ha
creado no un partido, sino una serie de fieles desprestigiados que lo siguen a
donde vaya, con la sola condición de que le obedezcan y crean en sus patrañas.
Ah, y
faltan los nuevos, los que afirman ser ciudadanos. También consumen recursos
públicos, como los políticos. ¿Qué harán aparte del ridículo en estas
siguientes elecciones que son importantes a pesar de no incluir el proceso
presidencial?
Es tiempo
de ponerles frenos a su impune actuar, desde el presidente hasta los
legisladores y los presidentes municipales. Todos parecen egresar de cárceles y
ninguno de universidades.
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