lunes, 19 de enero de 2015

CÍNICO DESPILFARRO POLÍTICO


CÍNICO DESPILFARRO POLÍTICO

                   Por: René Avilés Fabila                    




Mucho se ha escrito sobre el dineral que reciben los partidos políticos para enfangar más al país. Cara, muy cara nos cuesta la “democracia” en México. En rigor, la sociedad tiene mucho de responsabilidad: no sabe exigir cuentas, cree en cualquier charlatán o en el gastado discurso de los partidos. La política y sus militantes están en lo suyo: corromper, mentir, extender la mano y recibir fuertes sumas. Son todopoderosos, fingen tener entre ellos diferencias, no, son todos iguales. Los partidos, como están, son el peor enemigo de la nación. Viven de nuestro trabajo, de los impuestos y los derrochan en beneficio propio.


El INE acaba de hacer oficial la entrega de recursos a los partidos políticos. La lista es asombrosa y uno hace cuentas fáciles. ¿Cuántas escuelas, hospitales o bibliotecas podrían ser edificadas con 5 mil 356 millones de pesos? Si nosotros viéramos que esos dineros tienen una utilidad visible, no sería grave ni irritante. Pero vemos sus robos, escuchamos sus mentiras y hasta nos toca enterarnos de sus asesinatos. Tal como decía, en estas mismas páginas el periodista Aurelio Ramos Méndez, los políticos “se apropiaron de esta partida con el indisimulable aval de los consejeros del INE, encabezados por Lorenzo Córdova, y la justificación, inocente o mentirosa, de ponerlos a salvo de la tentación del dinero ilícito…”. A las enormes sumas que cada partido recibe, hay que agregar aquellas que logran conseguir de empresarios con intereses políticos (es decir, la mayoría) y las que provienen del narcotráfico y en general de la delincuencia organizada.

Desde el PRI hasta Morena, pasando por el PAN y el PRD, viven, y nada mal, del dinero generado por el trabajo de una nación que aspira a la dignidad, el progreso y el desarrollo. La sociedad está harta, sí, pero no encuentra los caminos para manifestar su desesperación. Parece resignada a su destino de pagar los costos de una democracia de papel, ávida de dinero que los miembros de los partidos utilizan para vivir muy bien. El político será funcionario, pero su sueldo en cualquier caso proviene de las arcas oficiales, las que en teoría son nuestras y sólo deben ser administradas decentemente. El país cuenta con diez partidos con registro, ninguno vale la pena. Hay todavía quienes creen en ellos y por desgracia no son pocos. No obstante, y en ello las redes sociales son claras, los ciudadanos comienzan a mostrar abiertamente su repudio. Lo que no encuentran es la forma de hacerlo visible y enseguida ser militante. Podríamos decir que es un malestar de clóset y que apenas vemos por allí cómo emergen las puntas. Pronto veremos un descontento de mayor amplitud y decisión.

El problema es que padecemos una total confusión. Los perredistas asesinan estudiantes y la “izquierda” apunta a Los Pinos. Sí, allí los tienen escondidos. Los panistas se insultan con un vigor distante del cristianismo que en principio los unió hace cuatro décadas. El PRI sigue en lo suyo: prometer y no cumplir, moverse sin rumbo, sumarse a los grandes intereses. Para qué hablar del hombre que se ha convertido en el único profeta mexicano y para ello ha creado no un partido, sino una serie de fieles desprestigiados que lo siguen a donde vaya, con la sola condición de que le obedezcan y crean en sus patrañas.

Ah, y faltan los nuevos, los que afirman ser ciudadanos. También consumen recursos públicos, como los políticos. ¿Qué harán aparte del ridículo en estas siguientes elecciones que son importantes a pesar de no incluir el proceso presidencial?


Es tiempo de ponerles frenos a su impune actuar, desde el presidente hasta los legisladores y los presidentes municipales. Todos parecen egresar de cárceles y ninguno de universidades.

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